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Situada en la ciudad de Manhattan, ”9 Semanas y Media” gira en torno a la relación entre Elisabeth, (Kim Bassinger) una bella especuladora de obras de arte, y John, un millonario ejecutivo de Wall Street que se convierte en su amante.

Tras un primer encuentro, John comienza un mortal juego de dominancia sexual que proporciona a Elisabeth un placer, un éxtasis -un dolor- hasta entonces desconocido.

Su atracción hacia él la llevará hasta límites donde el deseo se difumina en escabrosas variantes

Taquillazo de los años ochenta que encumbró a su pareja protagonista y alimentó las fantasías de muchas parejas que descubrieron un mundo nuevo de inusitados placeres

El exquisito erotismo de la buena mesa y el buen  vino.

Mucho me temo que a pesar de la obsesión de los sabios y de los filósofos, esto del erotismo excitado infaliblemente por la comida, sea en gran trecho un simple sueño o leyenda. El prodigio deriva de la sensibilidad con que miremos y contemplemos al ser amado. Y a la hora de la cacería, compartir alimentos de posible asociación con el despertar de los apetitos. El entorno es esencial, y saberlo adecuar con la delicadeza espiritual, otro arte.

El filtro amoroso más seguro es la mujer misma. Sus formas, el metal de su voz, sus escondidas gracias. Esas son las prodigiosas influencias. En consecuencia, tanto en el juego amatorio como en la preparación de una buena vianda, es menester primordialmente para el eventual éxito, el ingrediente de la imaginación. A ella la transformamos, en el mundo de la ensoñación, en ser excepcional y prodigioso.

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En el laboratorio de la cocina, cuando entra el sentido del arte y la expresión de la sensibilidad, los elementos adquieren vida propia e individualidad, al convertirse en viandas deliciosas.

Ya en la mesa, sutilmente, la mujer irradia su primor al comer, al degustar un estimulante aperitivo, al seleccionar los platos, al disfrutar, en fin, el instante. Ese es su verdadero poderío y su magia. Percibir luego el aroma de una sopa trufada, una ensalada de mariscos naturales, un civet de liebre aromatizado con un vino tinto y las hojillas de laurel, o un pollo al tendori con jengibre, ajo, comino, cardamomo y canela, es realmente un regalo de la naturaleza y de la vida, junto a la mujer deseada.

El erotismo radica, pues, en la imaginación y en el discreto goce de la mesa y de los vinos. Los filtros, las especias excitantes, las bebidas estimulantes son pura leyenda.